El despertar del Dragón

Capítulo 2408



Capítulo 2408

Estupefactos

Cleo, que estaba junto a ellos, rechinó los dientes con furia.

Aunque Jaime hubiera salvado antes la vida de Hada no tenía por qué llegar tan lejos. Después de todo, Jaime y Hada no eran íntimos, mientras que Hada y Cleo eran amigos de la infancia.

De ahí que Cleo no pudiera entender las acciones de Hada.

Pronto pasaron los cinco minutos, pero no se produjo ningún milagro.

Jaime no apareció.

Casio soltó un suspiro y, de repente, parecía mucho más viejo que antes mientras se sentaba en un banco de piedra.

Los ojos de Hada también perdieron su brillo y su expresión se llenó de tristeza.

Incluso Evangelina y Zero estaban descorazonados y sentían pena por Jaime.

—Muy bien, se acabó el tiempo.

Quirino se levantó y paseó su mirada por la multitud. Luego anunció:

—Anuncio que la competición comienza ahora.

Sin embargo, tan pronto como anunció el comienzo de la competición, una figura apareció de repente en lo alto del campanario.

—¡Ha aparecido Jaime! —gritó alguien.

La mirada de todos se dirigió de inmediato hacia el campanario.

Vieron aparecer poco a poco la figura de Jaime sin heridas ni manchas de sangre, y parecía estar en buena forma.

—¡Jaime! —Hada no pudo evitar gritar de emoción al ver a Jaime.

Estaba tan eufórica que lágrimas de alegría corrían por sus mejillas.

Cleo estaba junto a Hada, temblando de rabia mientras apretaba los puños con fuerza.

Mientras tanto, en la plataforma elevada, Santiago frunció un poco las cejas al notar la emoción de su hija. This belongs to NôvelDrama.Org: ©.

Después de todo, él no tenía ni idea de lo que había pasado entre Hada y Jaime.

—¡El señor Casas está aquí!

Incluso Casio saltó de alegría al ver a Jaime.

—Señor Gabaldón, ¿por qué está tan emocionado? Aunque haya llegado a la cima, ¡de nada servirá si ni siquiera es capaz de tomar el martillo! —Lope soltó una risita, echando un jarro de agua fría sobre la emoción del anciano.

Sin embargo, Casio no le hizo caso. No le importaba si Jaime fuera capaz de tocar la Campana del Dragón. Lo único que quería era que Jaime siguiera vivo.

—Ya es bastante impresionante que alguien con la fuerza del Replicador de Espíritus de Tercer Nivel llegue a la cima. Ya no importa si puede tomar el martillo o tocar la Campana del Dragón —murmuró Casio.

Quirino se sorprendió al ver a Jaime llegar a la cima. Tampoco quería ver cómo éste arriesgaba su vida y procedió a aconsejar a Casio:

—Señor Gabaldón, pídale a Jaime que baje y deje de forzarse hasta sus límites. De lo contrario, ¡podría perder la vida!

Casio asintió y se disponía a pedirle que bajara. Sin embargo, vio que Jaime agitaba la mano, y el martillo que pesaba decenas de miles de kilos voló desde el suelo hasta la mano de Jaime.

Jaime sostenía el martillo en la mano, con aspecto relajado y sin ninguna tensión.

La visión conmocionó a todos los presentes, que abrieron los ojos con incredulidad ante aquel hombre.

Incluso Quirino se sorprendió al fijar su mirada en Jaime como si acabara de presenciar algo horripilante.

Mientras tanto, Jaime jugueteaba con el martillo y lo lanzaba al aire antes de volver a tomarlo sin mucho esfuerzo, repitiendo el proceso varias veces.

Sus acciones dejaron a todos boquiabiertos.

Hace unos instantes, algunos afirmaban que Jaime nunca sería capaz de levantar el martillo. Sin embargo, no sólo lo levantó, sino que además jugueteaba con él como si fuera un juguete. Ni que decir tiene que todos los que le despreciaban se sentían humillados y frustrados.

Sigfrido se quedó mirando a Jaime, que jugaba despreocupadamente con el martillo, y empezó a dudar de todo en lo que había creído.

No podía comprender cómo un Replicador de Espíritus de tercer nivel como Jaime podía hacer algo así.

De hecho, Sigfrido no era el único que estaba confundido. A todos los demás también les costaba creer lo que veían.

Por supuesto, Jaime no se daba cuenta de lo que pensaban. Sentía el martillo ligero en sus manos, y sólo lo estaba lanzando para probar su peso.

Luego se volvió para mirar la Campana del Dragón que tenía delante. Balanceó el martillo y golpeó la campana.


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